Carta a Paolo Lüers


Paolo Lüers:

Somos el Colectivo Caracol.

Entre sus últimas cartas publicadas en El Diario de Hoy existen dos que han confrontado en demasía los criterios de este Colectivo -cosa totalmente natural y sana- nos referimos a la "Carta a los que dudan de la paz" y la "Carta a Sigifredo Ochoa Pérez" publicadas el 17 y 19 de enero del año en curso, respectivamente. Apelamos entonces a nuestro derecho de respuesta. 

De lo que opinamos sobre su "Carta a los que dudan de la paz"

No entendemos los Acuerdos de Paz como papeles firmados "para introducir aquí en El Salvador amor, felicidad, prosperidad y almuerzo gratis para todos". No asuma que nuestra capacidad analítica se reduce a un sueño reformista. Sabemos bien que se trata de un conjunto de acuerdos políticos que puso fin al conflicto armado salvadoreño, estableciendo las premisas para forjar una verdadera democracia, subordinando el poder militar al poder civil, esforzándose por crear un Estado garante de los derechos humanos y los procesos electorales transparentes. Sabemos también que tales acuerdos son alarmantemente deficientes en cuanto a medidas económicas y sociales que establecieran un modelo económico en que la sociedad se desarrollara con justicia social y seguridad ciudadana. Eso son los Acuerdos de Paz, en las palabras latentes de los máximos lugares comunes respecto al asunto.  Sin embargo, la terrible lectura del palimpsesto de estos veinte años afirma su no cumplimiento y lo anunciado por Ignacio Ellacuría "de este sacrificado proceder... los costos mayores los va a llevar la mayor parte del pueblo salvadoreño y los beneficios su mayor parte los va llevar la gente más adinerada".

No se trata de que el pueblo salvadoreño esté convencido de los Acuerdos de Paz, son los Acuerdos, a través de las instituciones creadas a partir de ellos y de las anteriores, los que deben legitimarse en la conciencia y en el bienestar colectivo mediante su total cumplimiento e incluso más allá de lo establecido en pos de cubrir las falencias con las que nacieron. Ni mucho menos necesitamos que usted nos repita "todo el rollo". No sería agradable visitar los patios de su restorante para recibir un "sermón", preferiríamos las pastas que usted sirve  y nada más, lastimosamente no solo de tomate y albahaca vive el hombre.

No necesitamos que usted nos pinte un paisaje apocalíptico adaptado al triunfo de cualquiera de los bandos. Sin dictaduras o no, estamos igual de hundidos. Nos rige un capital feroz, nos dicta un mercado aniquilador y nos somete un ejecutivo al que no le importa la seguridad pública de sus habitantes sino la seguridad regional que soporte el bienestar imperialista. No tenemos presos políticos pero somos presa del asesino que nos desaparece y nos desmiembra. Estamos presos en la miseria, en la explotación laboral y la aberración a la dignidad. Nuestro pan de cada día tiene un sabor amargo y rígido que mezcla todas las inseguridades: jurídica, laboral, económica, social y espiritual. Si los Acuerdos de Paz no cumplen con lo que este pueblo necesita no tiene por qué "someterse" a lo que ellos dictan, al contrario, debemos exigir lo estipulado y dirigirse hacia las fronteras económicas y sociales que no se trazaron.

De los que opinamos sobre su Carta a Sigifredo Ochoa Pérez"

Usted asegura en esta carta, estar molesto como ex-guerrillero por la "manera cómo Funes enfocó sus discurso en el pasado y los abusos de los militares, y no en cómo los Acuerdos de Paz y los 20 años de democracia han transformado la Fuerza Armada en lo que hoy es: la institución del Estado en que más confía la gente". Si este colectivo tiene por lo menos dos dedos de frente asume que usted como "ex-guerrillero" ahora se molesta por  que el Ejecutivo no reconoce el digno lugar que merece la Fuerza Armada. Esta molestia a parte de peculiar es falsa, lo demuestra el proceso de militarización que se lleva a cabo desde el año 2009 en una clara violación a los Acuerdos de Paz. 

Usted se hace el del ojo pacho, decide reproducir el discurso oficial del poder económico e ideológico comandante, legitimarlo en la conciencia de sus lectores acometiendo con su pasado beligerante, usando un lenguaje que a su parecer permea en nosotros los salvadoreños por nacimiento y sufrimiento. Que la población se sienta segura con los militares en la calle responde a un problema mediático y cultural. En realidad se trata de una protección reduccionista y pasajera que no garantiza una seguridad integral.

Si atendemos el drama que vive el país , como dijo Escobar Galindo, debemos ser honestos y aceptar que este proceso de militarización para combatir la delincuencia y el crimen organizado puede dejarnos a las puertas  de una guerra –no como la sueña el coronel- sino como pasa en el norte de México. La población quedará en fuego cruzado entre ambos bandos. Este pueblo no va a quedarse con los brazos cruzados y abrirá fuego contra quien sea que lo sojuzgue y empezará una barbarie mucho pero mucho peor que los horizontes que usted planteó de dictaduras de derecha o izquierda. Está claro que el “discurso demagógico del presidente” no nos llevará a la guerra, pero si podrían llevarnos las acciones concretas del mismo respondiendo al plan de seguridad nacional y regional estructurado por Los Estados Unidos.

Compartimos lo que usted plantea sobre el error de la Fuerza Armada en su estrategia aplicada al Mozote. Bien cierra usted su última carta pero cambiemos algo, digamos mejor ¡Toda la verdad y basta con la militarización!
El Jute

Colectivo Caracol

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